No estaba muerta. Ni estaba de parranda. La verdad, verdad, no sabía por dónde empezar. Hablar, mejor dicho, escribir sobre Ciudad de México no es cualquier cosa, no se puede tomar a la ligera--requiere expandirse, zambullirse, profundizar y dimensionalizarse, sobre todo cuando una se cree pero no es de la comarca. Hay un riesgo genuino y enorme de caer en el fastidioso apropiamiento cultural, y por esa razón, armándome de humildad, prometo ni jugar con pretender ser una autoridad, porque primero -seguramente voy a fallar nivel bochorno, segundo, a México le sobran wannabes tanto como leyendas (¡¿Frida?!) y no hay nada que detesten ellos más.
Se preguntarán quizás por qué tanta devoción a un país que no es el mío. La respuesta es muy fácil. Poco se imaginaban los mexicanos que una generación de puertorriqueños crecía simultáneamente al son de su música, pegados a la tele viendo sus novelas y todos sus programas. Ellos no sabían quién era Titi Chagua, mucho menos el Tío Nobel pero yo sabía quién era Ludwika Paleta, alias María Joaquina en Carrusel. Es difícil de imaginar semejantes mundos paralelos- pero como decía Juan Gabriel en voz de Isabel Pantoja… así fue.



La canción que quieras de Pandora, Yuri, José José, Juan Gabriel, Luis Miguel, Ana Gabriel, Thalía, Café Tacuba y sí, por qué negarlo, también de Maná, te la canto. Todo karaoke bonafide empieza y termina con Querida. Se tenía que decir y se dijo.
También hubo fiebre de La Movida con Verónica Castro y Quinceañera, obvio, pero no duró mucho porque una de las protagonistas se embaraza…y se acabó, no me la dejaron ver más. Afortunadamente, más tarde llegó Alcanzar una Estrella y como era literalmente un musical, mis papás no tuvieron reparos…Importante mencionar que yo justificaba la obsesión porque nuestro Ricky Martin era parte del elenco. Pero era Sasha Sokol, epítome de cool, mi spirit animal. Yo no nací para sufrir como Thalía. Yo no soy esa mujer… Pun intended…
Fueron esas rolas, esos vídeos, esos personajes, esas historias que conforman esta gran tómbola de luz y de color latinoamericana…las que detonaron mi curiosidad por conocerlo en vivo y un día cualquiera, a mis 18 años, en primer año de universidad, me asomé por la puerta de una agencia de viajes y compré un boleto a lo loco. No tengo idea de cómo armé una agenda. Pero lo único que tenía seguro era la visita a la Villa de Guadalupe (fui en camión) y una estadía en un hotel de dudosa reputación en el Centro Histórico- o sabe Dios si era en la Zona Rosa como le decían antes- en fin…
En el DF no conocía a nadie, pero allí coincidiría con mi amiga Mary Ann que en esa época vivía en Texas. Bare with me. Cuento largo-corto, Mary Ann, trajo consigo dos amigas y se empató el juego. Era mi primer viaje, todavía no había ido a Nueva York y Punta Cana no contaba porque era un viaje estudiantil. Magneto y Nek (el italiano) arrasaban en la radio y en La Boom, el famoso antro mexicano de época. Bailamos, reímos, hicimos la debida peregrinación hasta Xochimilco, llenamos las maletas de artesanías sin tener que pagar extra por equipaje, probamos mezcal con gusano (obvio) y descubrimos que allí no se comían burritos como en los restaurantes de San Juan pero sí huaraches.


No recuerdo nada más, a mi edad me falla la memoria y tampoco teníamos Instagram… No hay ni fotos ni evidencias…pero sí recuerdo una extraña corazonada, la certeza que volvería.
Por suerte, el universo conspiró a mi favor, y volví mucho más de lo que calculé.
Volví con un novio que rompió conmigo a mitad de viaje. Volví- plan revancha y me desvié hasta Tulum con mis amigas de NYU cuando no había tiendas departamentales ni wifi…Volví más veces…Pero, si me hubiesen dicho que un día volvería para establecer mi carrera profesional, que llamaría al St. Regis mi casa y que conocería amigos entrañables allí, amigos que llegaron hasta mi boda en Vieques nada menos, no lo hubiese creído. Sin embargo, estas cosas no te las puedes inventar, simplemente pasan. Y, no voy siquiera a intentar describir mi gran amor por esta metrópolis de asfalto…No podría. Y no por falta de intentos. Basta con decir que me la ciudad me acogió y que todavía me conmuevo cuando Luis Mi canta México en la piel.
Lo que sí puedo hacer en estas líneas es confirmar que es cierto que uno regresa a donde es felíz y de paso, puedo aprovechar la oportunidad para agradecerle a los mexicanos, por su increíble hospitalidad, por celebrarme el acento caribeño, por su paciencia infinita cuando me antojé de una hamaca, café de Chiapas, vinos naturales, piñones rosados, losas (sí losas), tortillas azules, huipiles, tiestos de barro y una silla Acapulco porque muy a lo slogan de Nike-impossible is nothing. Aún más importante, gracias en mayúscula a los mexicanos, por permitirme acompañarme a cenar a las 7 de la noche aunque tuvieran que aguantar el trafical, por enseñarme que la primavera es sinónimo de jacarandas, por también introducir el significado de la sobremesa y por siempre, siempre hacerme sentir parte de sus círculos cuando la soledad tocaba la puerta los innumerables fines de semana que pasé en un hotel. Fui la más suertuda y no hubo un día que no lo supiera.
No sería justo que, por mi experiencia, muy, muy privilegiada, pasara por desapercibido la dura y compleja realidad que viven muchas mujeres a diario, es un tema que requiere, de nuevo, como dije antes-- expandirse, zambullirse, profundizar y dimensionalizarse. Pero- tampoco sería justo no decir que, ese mismo país --valiente, harto de injusticias, de corrupción, inseguridad y violencia se alza, reclama y lo denuncia.
En resumidas cuentas- pasarían más de mil años antes de que logre articular con precisión este sentimiento. Supongo que es lo que pasa cuando te enamoras de un gigante-que sin trono, ni reina, ni nadie que lo comprenda-sigue siendo el rey.
Jen
Para desmantelar la ciudad, como siempre, les comparto mis notas, pero—por si tenían el pendiente- en la próxima edición de Rolodex, traigo a mi banda de rock, mis mexicanos del alma, para que sepan lo que es bueno.



Desayunos: Siempre un rollo de guayaba de Rosetta, y que Dios me perdone. Para brunch, Nido. Karen es la Martha Stewart mexicana, sólo que más guapa y más chula sirviendo los mejores pancakes.
Extraño a morir La Lorena en las Lomas, pero, Lore me consiente enviándome sus famosos scones de moras sin gluten al hotel. No falla. Si pudiera desayunar helado de vainilla de Cometa, lo haría.
Comida: La primera vez que fui a comer con un colega (David Maza) y era un almuerzo de negocios estuve tres horas en Pujol. Fue toda una experiencia. Pero, yo prefiero pasarme esas tres horas Contramar o Entremar. No discrimino. El menú de Gabriela Cámara es un tesoro nacional howeverrrr esos tacos esmedregales, el aguachile verde y el pescado a la talla son la vida. Me encanta sentarme también sola en el bar, sin que me juzguen, devorando todo lo que me ponen al frente.
Cenar: Aunque cambió el menú le tengo un pedestal a Rosetta, esa casa es un sueño y recuerdo con nostalgia la tarta de rhubarbo con helado de jengibre…impecable. Sin embargo, desde que conocí Hugo el wine bar con David, Pau y Héctor de ahí no me sacan. Dos palabras: vinos naturales. Nada más con el testigo. Máximo es otro favorito pero me gustaba más en la casita.
Tengo en la lista: El Tigre Silencioso, Martínez, Mi Compa Chava y Mendl Deli- no me alcanza la vida…
Paseos: La Villa es mi primera parada, es tradición. Yo he ido dos veces a las pirámides, el Museo de Antropología y la Casa Azul. El que no ha ido tiene que ir. Pero, si estoy en la ciudad, prefiero pasar por la Biblioteca Vasconcelos, la casa Barragán o visitar alguna galería como la OMR, la Kuri o La Labor.
La UNAM es otro imperdible.
Para compras: Amo Aurelia, concept store über curado y Lago. Los culottes que no me quito los conseguí ahí.
Para souvenirs: Compro mermeladas de guayaba de Rosetta para todos mis amigos…hasta ahora…nadie se ha quejado… Para los bebés, maracas y huipiles, para los chamacos, libros de cómics y caretas de luchadores. Para mi marido, mezcal y café en ese orden de importancia. Para moi—- libros y vinos Bichi, el que sabe sabe.
Escapándome de la ciudad: Mérida. La joya. Tengo en la lista Baja y La Paz. ¡Esperemos ya pronto Cathia! Fui muchas veces a Tulum, ya no.
Películas mexicanas: Amores Perros- peliculón.
Iconos: María Félix. ¿Qué más quieres?
Música: Juan Gabriel, Luis Miguel, on repeat en mi Spotify. No pasan de moda.
Diseño: Cancino. Lo conocí cuando compraba vestidos para mi sobrinita bebé, ha evolucionado tanto. Es un maestro.
Las mejores colonias para perderse caminando y tomarse un cafecito: Condesa, Roma, Juárez, Polanco, Cuauhtémoc.
Para estar al día: ¡Podcasts! Bonita Inside out, Hablemos de Moda. ¡Revistas! Me las compro todas, Glow, Elle, Vogue, Quién, L’Officiel, Grazia, L’Beauté, you name it!
Consejos:
La ciudad de México es ENORME. Planifiquen sus paseos estratégicamente. Hay demasiado que ver y hacer.
Nunca caminar sola/solo en la noche ni en barrios desconocidos, como en cualquier lugar…Tampoco te pases de tragos…Nunca taxis de la calle. Jamás. Y por cierto, un carro de hotel cuesta poco más que un Uber, just do it. En México se almuerza tarde y se cena tarde, prepárate a tono para la ocasión, aquí es donde Celia cantaría La Vida es un Carnaval…
Los mexicanos en la ciudad no toman margaritas cuando están cenando a menoooos que se trate de tacos y tampoco los he visto…relax don’t do it…
If you can, always carry on. Y si llegas temprano al aeropuerto y estás en la sala business, date un masaje.
Pendiente al Auditorio, siempre hay conciertos maravillosos.
Avoid showing off brands… Como en cualquier lugar…
Me avergüenza que nunca he hecho… Tomar clases de cocina mexicana. Montar bici. Museo Tamayo. Lo sé…Mea culpa.
Imperdible: LA VILLA, para los creyentes y los que no.
Mi frase favorita: La aprendí con mi amiga Nastia— “Me cargó el payaso” NO PUEDO BREGAR.
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